Hace 70 años, en 1937, en plena Guerra Civil española aviones nazis bombardearon durante cuatro horas Guernica, la capital cultural e histórica vasca. La ciudad fue arrasada, y se asesinaron a unas 1.600 personas. De ese genocidio emergió el cuadro Guernica de Pablo Picasso. Esa imagen es ahora un símbolo de la barbarie de la guerra. ¿Dónde está Guernica en nuestros días? En todo el territorio colombiano con el Plan Colombia y las masacres de los paramilitares; esta en Afganistán, en Iraq, en Líbano, en Palestina. Ojala no esté con la instalación de las bases norteamericanas en nuestro país violándose la soberanía. Imágenes de guerra que nos son escenificadas, amañadas y censuradas. Mientras Picasso pintaba Guernica, dijo: “La guerra en España es una reacción contra la gente, contra la libertad. Toda mi vida como artista ha sido una continua lucha contra la reacción, y la muerte del arte. En el cuadro que estoy pintando – que llamaré Guernica – y en todo mi trabajo reciente, expreso mi horror ante la casta militar que ahora hunde a España en un océano de miseria y muerte”.
Si la violencia genocida y
el ataque contra los derechos humanos continúan, también la “muerte del
arte” de la que habló Picasso, podría sobrevenir antes de lo que
imaginamos. Se siguen cometiendo cientos de masacres y el territorio
colombiano se sigue llenando de fosas comunes y algunos artistas plásticos,
marginados y excluidos, lo plasman en sus obras.
Ell artista plástico
colombiano Gustavo Muñoz Matiz afirmaba desde el exilio: “¿Qué creación
artística surge cuando la relación dialéctica se da entre un ambiente de
aplastamiento permanente y la habilidad de un artista oprimido y
hambriento?…¿cuando se crece viendo morir a sus viejos en las mazmorras y a los
niños fusilados por quienes, se supone, tienen la misión oficial de
protegerles…entre los pueblos ancestrales en la selva, bombardeados por
modernos aviones artillados, y lo que piensa un artista que ya no cree en más
poder que el de sus brazos? Estamos nutridos con todo lo biodiverso que vivimos
por las calles y montañas…... Se traduce en obras muchas veces
producidas a la orilla del camino sobre alguna hojalata metálica oxidada de
tantas que cubren los “cambuches” miserables, o en algún “graffiti”como grito
pegado en la muralla… o en instalaciones de barro modeladas con sangre en las
veredas donde ocurrieron las masacres”.
El territorio del arte es
un complejo espacio de enigmas y contradicciones, en el cual se codifica
simbólicamente la realidad y nos hace ver y plasmar lo vivido. Es memoria que
se nutre de la historia, de “entidades emergentes”, del territorio y las
huellas que las personas y culturas han dejado estampadas a través del tiempo.
El artista eleva estos elementos a la categoría de símbolos y de señales; a
punto de partida y de llegada en el que se permite la reflexión sobre los
diversos ámbitos de la realidad social. Reflexión sobre los lugares que
conforman nuestra visión, nuestra percepción y cultura y, donde se levantan
cartografías simbólicas, se diseñan sus contornos y contenidos, y concentra sus
propuestas estéticas y su función social de acuerdo con su expresión
ideológica, su concepción del mundo y de la vida.
De igual forma que el arte
y la creación nos proporciona los espacios de libertad y nos aporta una visión
crítica para modificar las estructuras sociales y políticas, también puede
estar sujeto a representaciones de las estructuras de poder y los intereses de
clase. Como dice el mexicano Ramón Almela “En toda imagen se pone en juego
la articulación efectiva de la ideología, los intereses de representación
vigentes, como pueden ser los grupos de creencias, la clase social, las
diferencias culturales (…) ..
Toda imagen materializa
–directa o indirectamente- los imaginarios de las esas relaciones de poder, de
dominación, de privilegio y control determinando lo visible como registro de
significado cultural que se constituye como escenario de batalla, como campo
políticamente connotado, escenario donde se despliegan las intenciones
simbólicas a través de la circulación pública. Como se ve, la relación de la
imagen con la política -como organización de la experiencia- es ineludible,
todo arte es político máxime cuando el arte es afectado por la economía y el
poder.
Como expresó Maiakovsky, "de
una vez por todas se pintará de color la vida monótona". Como se ha
dicho, “el arte es el sueño de la humanidad, y le pone un elemento de color a
un mundo incoloro, puede abrir los ojos para lograr nuevas percepciones de la
realidad. Puede llevar un rayo de esperanza a las vidas sin sentido, puede
hacer sentir que hay algo más en la vida, que podemos ser mejores de lo que
somos, que las relaciones entre las personas pueden ser humanas, que el mundo
puede ser un lugar mejor y que deberíamos luchar por algo diferente.”
2° trazo: realidad
La cultura y el arte en
Colombia se encuentran en uno de los momentos de mayor contradicción y desafío
como parte profunda de una crisis sistémica, que afecta a toda las relaciones
de la sociedad: crisis del modelo de Estado, de sociedad, del modelo
socio-económico; crisis de soberanía, crisis ambiental, globalización que
deshumaniza, desintegra y revaloriza las prácticas económicas, sociales,
políticas y culturales de nuestros pueblos en una nueva etapa de expansión del
capitalismo.
Vivimos uno de los momentos
más críticos de la historia colombiana. Asistimos a un genocidio, un etnocidio
y un ecocidio infame donde se arrasan pueblos y culturas y donde Como dice
Manfred Max-Neef“Vivimos en un momento de la historia en que hemos llegado a
desmantelar o destruir culturas y pueblos con gran eficacia, con el objeto de
establecer economías”. Parodiando a Marx en el 18 brumario, “el recuerdo
de las generaciones muertas nos oprime como una pesadilla el cerebro de los
vivos”. La guerra, el terrorismo y los elementos de barbarie ya no
constituyen la excepción, sino la norma desde
hace 500 años.
La cultura y el arte no
pueden ser ajenos a esta crisis, los artistas hacemos parte de las
contradicciones de la sociedad, estamos insertos en las tramas de significaciones
que se han tejido en el curso de la historia, donde la cultura es la urdimbre.
El artista como testigo de su tiempo, es conciencia crítica y no está desligado
de la dimensión de la vida social y política. Como se dice “El arte es un acto
de provocación donde se deben dejar las puertas abiertas” para la reflexión y
la conciencia, “como ave que levanta el vuelo al atardecer” avizora el futuro,
pero ante todo no se desliga del acontecer presente, de la función social y
crítica del arte. La cultura y el arte no son un acontecer abstracto que puede
despegarse de las condiciones concretas, las necesidades y las luchas
colectivas. La cultura como manifestación social en la historia de los pueblos
es huella y marca donde está escrita nuestra realidad, es como lo afirman
algunos críticos “matriz consciente e inconsciente, que otorga sentido al
comportamiento social y la creencia y el arte ese conjunto de signos y símbolos
que consolidan o afectan a las estructuras de poder”.
Para algunos artistas el
arte es político todo el tiempo, pues vehicula y hace posibles ciertas
subjetividades y acompaña ciertas formaciones sociales. “El objeto específico
del arte está constituido por las actitudes estéticas del hombre frente a la
realidad; su objetivo estriba en la aprehensión artística del mundo.”. Máxime
en Colombia donde estamos viviendo una avalancha neo-colonialista, una nueva
fase de recolonización, que no solamente pone en juego el aparato productivo
del país, la salud, la educación, la privatización de los servicios públicos,
sino también nuestras propias raíces, nuestra historia, nuestro patrimonio
cultural y ambiental.
Hace muchos años, desde los
años 60´, algunos asimilamos y plasmamos plásticamente la vida en toda su
diversidad, nuestras prácticas políticas y ambientales, las acciones y
problemas sociales en una forma específica de reflejo, al inspirarnos en la
libertad creadora para marchar al lado del pueblo se nos hizo necesario crear
nuevos valores estéticos para el pueblo, como han dicho algunos historiadores “en
imágenes artísticas que forman una unidad -en recíproca penetración- de lo
sensorial y lo lógico, de lo concreto y lo abstracto, de lo individual y lo
general, del fenómeno y la esencia”.
Arte y capital
La cultura y el arte ha
sido secuestrada por el capitalismo y las multinacionales y los medios masivos
de comunicación hacen un control biopolítico. Es innegable que, como la
naturaleza, el arte se ha convertido en mercancía, en industria, y deviene en objeto
para el consumo, la especulación económica y el estatus social. Por ejemplo El
Tiempo, publico“En el Mercado Cultural de Medellín cada artista tiene 15
minutos para venderse” “.En el Mercado Cultural de Medellín, que termina este
domingo en el marco del Congreso Iberoamericano de Cultura, cada uno de los 120
artistas asistentes -o sus representantes- ha tenido 15 minutos para
presentarse ante cada "comprador" .Queremos que este mercado cultural
sea lo que quede como uno de los resultados tangibles de este Congreso",
afirmó su director, Octavio Arbeláez.”
Para algunos teóricos del
arte, como Peter Bürger, el colapso del arte ha conducido a la
instrumentalización de la práctica estética por el capitalismo global . Por
ejemplo, una cierta vanguardia del arte conceptual pretendió una resistencia al
mercado pero luego fue capturada por el capital corporativo que
“reterritorializó la desmaterialización del objeto de arte y del artista y las
convirtió en mercancías” y se integró dentro de la lógica del mercado del
capitalismo global (Stephen Zepke. 2002)“. Ya hemos visto que el arte se usa
como Caballo de Troya: en las escuelas, en los espectáculos, en los círculos
intelectuales y científicos… Como dice Fernando Buen Abad Domínguez, para
desembarcar ejércitos ideológicos y doctrinas domesticadoras”[1]y legitimar la llamada “seguridad democrática”[1].
La relación entre
estructura política y culturas es interactiva; no pueden explicarse las
propensiones culturales sin hacer referencia a la experiencia histórica y a las
limitaciones y oportunidades contemporáneas. La relación entre la base
económica y la superestructura ideológica es dialéctica y contradictoria. El
modelo social y económico ha determinado el desarrollo del arte de una forma
importante y el sistema se ha legitimado a través del arte oficial.
En el pasado la cruz y la
espada actuaron al unísono en la destrucción de las culturas de los pueblos
amerindios; fueron arrasadas sin miramientos ni escrúpulos y sustituidas por la
cultura imperial que impuso un modelo cultural ajeno, que desmontó y derribó
buena parte de los vestigios culturales en los que se sostenían las identidades
de los pueblos ameridios. El arte del siglo XIX e inicios del XX estuvo unido
al nacimiento de la cultura burguesa y el capitalismo y en una relación
estrecha con el poder, determinada por conceptos y referentes eurocéntricos. En
el presente, al decir de Carolina Ponce, “el concepto de “identidad
cultural” ya no se asume programáticamente; al contrario, es sometido a un
minucioso cuestionamiento crítico”. Así, el arte, inmerso en el mimetismo y
sujeto al euroamérica-centrismo y la lógica del capital con su modelo
neoliberal, es regulado exclusivamente por el mercado, teniendo como premisa
fundamental la culturización, el cambio y manipulación y el sometimiento a los
“centros” de poder cultural decisorios de las interacciones transaccionales.
Aculturizando e inculturizando se ha generado todo un potencial de
rentabilidad, convirtiendo toda demanda humana en producto potencial de uso y
consumo, generando alienación y enajenación. Además, el poder propugna por un
artista y un arte que corteje y adule, un arte que sea consagrado por sus
tasadores del mercado.
Como lo afirma Sergio de
Zubiría: “Ya los filósofos de la sospecha de finales del siglo XIX –Marx,
Nietzsche, Freud, Foucault–, advertían el malestar cultural: el primero
desenmascarando la lógica capitalista portadora de la alienación y enajenación
alarmante de las relaciones sociales en ella; el segundo con su ataque a la
metafísica y al idealismo, proponiendo el vitalismo como forma de asegurar la
autonomía; el tercero mostrando la pérdida de la erótica o de la vida y la
necesidad de recuperar el sentido del yo y el otro; y el cuarto en la
deconstruccción de las ideologías, el lenguaje y el poder”. Es la angustia
del mundo social sumido en las lógicas y retóricas del pragmatismo
mercantilista. Hoy domina la idea de que todo proyecto cultural debe ser
"rentable" de acuerdo con las leyes del mercado.
El sistema corrompe y
soborna, incorporando a ciertos artistas de éxito a su universo económico,
donde serán simple atracción y abstracción, una "mano fabril", un
"factor de producción" o un "consumidor", el equivalente
moderno al esclavo que, en tiempos romanos, era considerado una herramienta con
voz. Algunos serán condecorados por el gobierno de turno, otros con su obra se
prestarán para lavar dólares o para realizaciones a cuatro manos con los representantes
del poder económico y político. Otros, amedrentados y sumisos, se unirán a sus
filas, rebajarán el tono de la protesta y vivirán en la llamada“técnica de
evasión” aislados del contexto político y social que los abarca. Otros, al
servicio del mercado, de la legitimización del poder imperante y en un estado
en subordinación, pasiva y celestinesca, con un individualismo mercenario
abogaran por un arte institucionalizado, aséptico, correcto y festejarán el
marketing cultural y serán abalados por algunos críticos de arte que han
devenido en simple intermediarios o agentes de la bolsa de valores y quienes al
servicio del poder silencian a los que consideran “pinceles terroristas”.
El autoritarismo y la
burocracia representan la muerte del arte. Destruyen lo que grupos de
trabajadores de la cultura y artistas han edificado durante años con esfuerzo y
no pocos sacrificios. Los artistas que se resisten, son excluidos, marginados
convirtiéndose en un desplazado más. Se violan principios básicos de la Declaración
Universal de los Derechos humanos donde se señala que “Toda persona tiene
derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar
de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que
de él resulten.” Y que “Toda persona tiene derecho a la protección de
los intereses morales y materiales que le correspondan por razón de las
producciones científicas, literarias o artísticas de que sea autora.”
Para otros el arte y la
vida se confunden hasta hacerse inseparables, la estética se disuelve en la
vida social, por la creación de un mundo nuevo, ampliando su visión en la
diversidad y multiculturalidad; descodificando la realidad sociopolítica,
afirmando la historia, afirmado la lucha de los pueblos por su liberación. Un
arte que se articula con la creación de nuevos conceptos de vida, que aportan
eficazmente al cambio, a un cambio en el arte que vaya más allá del comentario,
la ilustración o anécdota de los acontecimientos de la vida social.
La relación entre el arte y
la política se da ante todo como un compromiso ético del artista, desde una
nueva estética, que cuestiona la realidad sociopolítica, lucha por la libertad,
la soberanía y se articula en la red social participativamente. Como dice
Antonio Berni “El arte político no responde a consignas: es una consigna en
sí y por sí. No indaga solamente la realidad social: la cuestiona”
Para las Artes plásticas
Colombianas, como continentales, comprometidas con la realidad política y
socio- cultural, el gran reto esta en reconocer nuestra esencia soportada en
nuestras raíces indoamericanas, donde el símbolo constituye una señal real que
se produce dentro de un conjunto de señales igualmente vivas que se entrelazan
y relacionan entre sí a través de la pluralidad de sus significados,
conformando un lenguaje o código propio y revelador con el que además
cohesionan a la comunidad en que se manifiestan y donde los símbolos son
energía-fuerza, acción, es decir el mundo del símbolo tal como es vivido por la
sociedad y donde el símbolo es mediador entre los diversos planos de la
realidad. Símbolo-puente entre la realidad vivida, sensible, perceptible,
cognoscible y la naturaleza que es su origen. Es decir el vínculo entre lo
conocido y lo desconocido de la creación. De un arte que recupera y tiene en
cuenta nuestras raíces, la memoria del territorio, la tierra, ve las
montañas, los ríos, las selvas, el mar, los caracoles, nuestra gente.
En toda imagen se pone en
juego la articulación efectiva de la ideología, es registro de significado
cultural explicito donde se expresan las intenciones simbólicas. El símbolo
como elemento cohesionador de la sociedad es colectivo, tiene una visión
concéntrica y holistíca. El individualismo fragmentado y autosuficiente
predominante nos separa de nuestro contexto al punto de que constantemente hay
un espacio entre lo que es y nosotros, entre el ser y la otredad; nos hace así
ajenos a nosotros mismos y a nuestro contexto socio-cultural y político. El
resultado de esta separación es la angustia, la soledad y la desintegración,
puesto que la cohesión que garantizan los símbolos, su función mediadora, no es
reconocida, ha sido olvidada, o peor aún, es tergiversada. Nos situamos por
fuera del universo integrado perfectamente en la armonía de sus partes y
correspondencias, que expresa una realidad no escindida ni fragmentaria. El
símbolo deviene en simple convención y es concebido como un objeto
independiente de su medio y como producto consumible. Se presenta como
diferentes a nosotros mismos, negando su identidad de sujetos dinámicos.
Los símbolos están
entretejidos en la trama misma de la vida y el ser. El símbolo en el arte
descubre y revela la realidad, hace referencia a una realidad dada. Lo simbólico se hace real mediado por lo imaginario.
Esta charla me provoca
preguntas fundamentales y el deseo de hojear mentalmente el pasado, para
"volver a ver" las páginas de la historia, el reflejo de luchas
libradas en el campo del arte.
Recuerdo las posiciones y
actitudes radicales que se impulsaron en las décadas de los 60´y 70´
fundamentadas en una crítica a la sociedad y que condujo el arte hacia su
función crítica impulsando el componente ético y una nueva forma estética que
lleva a unir las prácticas artísticas y culturales, con las prácticas sociales
y políticas.
Taller 4 Rojo
El nombre de taller 4 rojo
vino, en cierta forma, del llamado Espectro Rojo del 18 Brumario de
Marx, Espectro rojo que apelaba a la condición fantasmal de la revolución que
prevalecía en la época gris del "terror hegemónico", y que según Marx
es un nombre constantemente evocado y
conjurado por los contrarrevolucionarios.
El Taller 4 Rojo fue creado
inicialmente por un colectivo de artistas, diseñadores, fotógrafos,
historiadores, sociólogos, antropólogos ,economistas, entre ellos Diego Arango,
Jorge Mora, Jorge Villegas, Nirma Zárate. Posteriormente, en 1972, se
vincularon los artistas Umberto Giangrandi, Carlos Granada y en 1973 Fabio
Rodriguez.
Un colectivo Rojo
interdisciplinario que se proponía contribuir a la formación de una nueva
cultura radical que lograra la intersección entre las prácticas artísticas y
teóricas, y la militancia y acción política revolucionaria articulada a los
movimientos sociales y populares. Igualmente impulsar:
- Una relación artística
entre ética, estética y política que lleve al arte a una nueva relación entre
tiempo y realidad, tendiente a descolonizar los sentidos. Como algunos afirman
hoy día: “ inquistar y no aquietar la mirada, la percepción de la realidad”
- Desarrollar una nueva
imagen dialéctica que permitiera la recuperación del sentido crítico fracturado
por el terror de la cultura burguesa
En los 70´se dieron varios factores políticos y culturales que
influyeron en el movimiento plástico del Taller 4 Rojo (me refiero al Taller 4
Rojo, en su primera etapa, conformado por div. personas de div. disciplinas y
tendencias ideo-políticas de izquierda)
Los años sesenta se vieron
sacudidos por grandes hechos mundiales, siendo dos de las más influyentes en América Latina, la Revolución cubana y la guerra de
Vietnam, lo cual incidió en el llamado arte político. Hace 40 años, en la
década del 70 - como hoy en día- la cultura y el arte en Colombia se
encontraban en uno de los momentos de mayor contradicción y desafío como parte
profunda de una crisis sistémica, que afectaba a la sociedad: crisis del modelo
de Estado y socioeconómico; crisis de soberanía y de dependencia que
deshumanizaba, desintegraba y revalorizaba las prácticas económicas, sociales,
políticas y culturales de nuestros pueblos en una nueva etapa de expansión del
capitalismo. Factores políticos, sociales y culturales que influyeron en el
movimiento plástico del Taller 4 Rojo en su primera etapa, conformado por
diversas personas, disciplinas y tendencias de izquierda.
Los postulados teóricos del
grupo se elaboraron a partir de un análisis de la coyuntura política y cultural
internacional y de una reflexión crítica sobre la historia política, social,
económica, cultural y artística del país, a la luz del materialismo dialéctico
y del materialismo histórico. Se estableció un compromiso más allá de las
palabras, construyendo un nuevo paradigma cultural basado en los mejores
valores del ser humano y del socialismo, atendiendo el axioma de Karl Marx: “La
desvalorización del mundo humano crece en razón directa a la valorización del
mundo de las cosas”. Considerábamos que arte revolucionario significa arte
comprometido con la transformación revolucionaria del mundo; el artista no
podía ser indiferente y quedarse al margen del proceso social y de las luchas
del pueblo por su libertad. Considerábamos que la liberación del arte se daba a
través de su función crítica impulsando el componente ético y vinculando las
prácticas artísticas y culturales con las prácticas sociales y políticas,
oponiéndose al imperialismo, al capitalismo y a los valores de la burguesía.
Fue un compromiso político con un nuevo horizonte estético y creativo; de una
posición ética desde una nueva estética.
Planteábamos que todo
artista con conciencia revolucionaria debía contribuir al rescate y a la
formación de nuevos valores nuestros, para configurar un arte que fuera
patrimonio del pueblo y expresión genuina de nuestra América. En consecuencia,
se impulsó un arte político activista, crítico, en el que se planteaba la
creación de nuevos y revolucionarios modos de expresión en forma y contenido.
Se da en 1971, durante el gobierno de Pastrana, en un momento de renacimiento
del espíritu de lucha contra la agudización de la represión, las masacres, la
explotación y violación de los derechos humanos y cancelación drástica de la
libertad de movilización, organización y expresión de las organizaciones
populares. Parodiando a Marx en el 18 brumario decíamos: “el recuerdo de las
generaciones muertas nos oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos”.
La guerra, el terrorismo de Estado y los elementos de barbarie ya no
constituían la excepción, sino la norma desde
hace 500 años.
En esos años se dan:
-Masacre y tortura de miles
de personas y dirigentes campesinos, indígenas, obreros, estudiantes y presos
políticos. Matanza de las tribus makú en el Vaupés, paeces en el Cauca.
Masacres de Quebradablanca en Algeciras (Huila), y Anorí. Son asesinados los
dirigentes indígenas: Gustavo Mejía, Venancio Tarquinaz, Ernesto Guejia, Jorge
Eliecer Baicue. Algo que nos impacto: un helicóptero del Ejército sobrevuela el
pueblo antioqueño de Amalfi con los cuerpos de campesinos colgados (1973.)
- Se matan más de 20
personas y estudiantes en Cali, a raíz del asesinato de Tuto González en
Popayán y de Edgar Mejía Vargas. En Bogotá asesinan a los estudiantes: José
Yesid Castañeda y José Darío Palma.
--Se declaró el Estado de
Sitio y el gobierno establece el “delito de opinión” y la Corte legaliza
la chuzada de los teléfonos. Se detienen cientos de personas, que son sometidas
a Consejos de Guerra (Apartado, Yacopi, Palermo (Huila), La Candelaria (Valle),
Segovia (Antioquia), Guachaca).
- Se declaran ilegales
varias huelgas y el paro médico (1973) y son destituidos y detenidos cientos de
dirigentes obreros, se cancela la personería jurídica a 450 sindicatos por el
intento del paro nacional.
- Se allana la Universidad
Nacional y las universidades de casi todo el país, las cuales además son
clausuradas.
-Se reprimen y detienen a
numerosos artistas, por ejemplo en 1972, a los cineastas Gabriela Samper, Julia
y Carlos Álvarez. Se quema literatura socialista en el aeropuerto El Dorado.
- Se desaloja y desplazan a
campesinos e indígenas de sus tierras para aumentar la concentración creciente
de la tierra en manos de los terratenientes.
Frente a todo esto:
Se da una fuerte lucha por
la liberación y varias huelgas: Riopaila, Vanitex, Bancarisa, La Rubiera
(Arauca)- Planta de Soda, Tejidos Única y se genera apoyo a las organizaciones
CUS- FENASINTRAP -FECODE - y al Movimiento Campesino ANUC, integrado por más de
800 000 campesinos.
El Taller 4 Rojo, en sus
inicios, participa activamente en las denuncias de estos hechos y directamente
en buena parte de las luchas que se llevan cabo. Igualmente se trata de aportar
a la Plataforma Ideológica que buscaba desarrollar la alianza
entre campesinos, obreros e indígenas y la izquierda colombiana como un
instrumento para realizar un profundo cambio de la estructura social.
Consecuentes con esto se apoyó e impulsó:
-La creación del Movimiento
Indígena, y participamos en la creación del periódico Unidad Indígena. Igualmente,
en el Movimiento Campesino ANUC.
-La defensa de los Derechos
Humanos y contra la represión, por lo cual se impulsa y participa en el Comité
de Solidaridad con los Presos Políticos.
- Denuncias del Frente
Nacional con la investigación y publicación de la obra: “16 años de
represión: el libro negro del Frente Nacional” del Comité de Solidaridad
con los Presos Políticos.
Se planearon muchas
actividades, básicamente en los campos de la investigación social y en la
estética, pero también en comunicación y en las ciencias sociales. De ahí
salió, entre otras cosas, el germen de la revista Alternativa con Jorge
Villegas, Bernardo García y Fals Borda.
Como se ha dicho en varias
oportunidades el taller 4 Rojo en su primera etapa planteó:
1° Des-elitizarel
arte, poniendo el arte y la sociedad en contacto, consecuente con una
concepción “democrática popular”, que implicaba que el arte pudiera llegar a
todos los grupos sociales; pero principalmente con una nueva propuesta estética
y unos contenidos que reflejaran la realidad social y política del país y
crearan una conciencia revolucionaria. Un arte verdaderamente libre,
abiertamente ligado a los intereses del proletariado, los campesinos,
indígenas y los sectores populares. Un arte que reflejara la situación de lucha
nacional y mundial. Esto presuponía la creación, impulso y puesta en marcha de
nuevas estrategias de creación, medios, soportes, producción, difusión,
comunicación y participación social.
2.- Se replantea la función
social del arte; ¿cómo?, creando una amplia vinculación entre el artista y el
pueblo, buscando que el arte no sea solo patrimonio de una minoría, que lleva
necesariamente a asumir una posición frente al principio de la propiedad
privada en el arte, a los mecanismos de circulación de la obra y a la obra
única. De ahí surge, en parte, el planteamiento del “múltiple”, gráfico (el
grabado, la serigrafía, etc.) Veíamos que el grabado y la gráfica en general,
podían romper, en parte, esta exclusividad puesto que posibilitaban una
popularización de la obra, no una masificación.
Con estas experiencias
artísticas se vuelve a encontrar la voluntad del artista de crear, no ya para
los privilegiados de la cultura o del dinero, sino para el cuerpo social en su
conjunto. Este goce no puede, se decía, darse mientras que la relación del
consumidor se establezca solamente con una obra única, aunque el acceso fuera
en el contacto colectivo de las exposiciones, pues estas, además, en los años
60 y 70 estaban reducidas a una élite. Claro está que la técnica es ambivalente
y al capitalismo también le interesan para difundir un arte banal como parte de
la superestructura ideológica. El objeto crea también el sujeto capaz de
gozarlo.
3° Consecuentes con estos
postulados, se adoptó una actitud crítica frente al mercado puesto que ya
se perfilaba una especulación de la obra de arte, donde ya se veía el papel que
agenciaban algunos críticos de arte: agentes de la bolsa de valores,
empresarios, como promotores de obras y artistas que les interesa cotizar en el
mercado, frente a las cuales tienen intereses. Como se ha dicho:“El negocio
de la difusión del arte es tal que el juicio estético se desvaloriza de acuerdo
con las manipulaciones. El reconocimiento del artista pasa por la mediación del
mercado y del dinero lo cual constituye la forma más evidente de la enajenación
del artista.”
Igualmente hoy en día, como
dice Stephen Zepke, una cierta vanguardia del arte conceptual pretendió una
resistencia al mercado pero fue capturada por el capital corporativo, que
“re-territorializó la desmaterialización del objeto de arte y del artista y las
convirtió en mercancías” y se integró dentro de la lógica del mercado del
capitalismo global.
Por ejemplo, frente al
Salón Nacional que se hizo en la Universidad Tadeo Lozano, el grupo 4 Rojo sacó
un afiche con la frase del Ché Guevara: “El capitalismo en cultura ha dado
todo de sí y no queda de él sino el anuncio de un cadáver mal oliente; en arte,
su decadencia de hoy”. Ya Marx en la historia crítica de la teoría de la
plusvalía afirmaba que la producción capitalista es hostil a la producción
espiritual pues se trata de la contradicción entre el arte como actividad
creadora y el capitalismo como sistema de producción, en el cual se mutila al
ser como creador y esa hostilidad tiene por base la degradación de la obra
artística como mera mercancía. Anteriormente ya lo habían señalado Goethe y
Shakespeare. En mayo de 1968 en Francia, el Taller Popular de la Escuela de
Bellas Artes impugnó tanto la subyugación ideológica como la del mercado
artístico.
4.- El taller 4 rojo,
consecuente con los postulados políticos, promovió: la educación mediante
talleres populares de arte y actividades culturales en barrios populares,
sindicatos y sectores campesinos; el trabajo colectivo y la creación de nuevos
espacios alternativos.
El taller 4 Rojo en sus
inicios trató de lograr la llamada Unidad Esencial planteada por José
Carlos Mariátegui en “Arte, revolución y decadencia”, donde decía:
"La decadencia de la civilización capitalista se refleja en la
atomización, en la disolución de su arte. El arte, en esta crisis, ha perdido
ante todo su unidad esencial”. Inicialmente para algunos el nombre de
taller 4 rojo vino, en cierta forma, del llamado espectro rojo del 18 de
Brumario de Marx, que apelaba a la condición fantasmal de la revolución que
prevalecía en la época gris del "terror hegemónico", y que según Marx
era un nombre constantemente evocado y conjurado por los
contrarrevolucionarios. Era para nosotros un colectivo rojo interdisciplinario,
que se proponía contribuir a formar una nueva cultura radical que lograra la
intersección entre las prácticas artísticas y teóricas y la militancia y la
acción política revolucionaria articulada a los movimientos sociales y
populares.
Todos estos problemas
políticos y sociales son reflejados en las obras y se produce un fuerte y
permanente acercamiento e integración del arte con la sociedad y la
desmitificación del artista. Como lo han planteado algunos críticos, se tendió
a borrar la frontera entre arte y propaganda ideológica y las obras de arte
tomaron un papel más activo, abriéndose un nuevo camino para nuevas búsquedas
estéticas y técnicas. Se profundizó en la integración arte y vida, arte y
ciencia, cultura y naturaleza.
Desafortunadamente la
eclosión de las propuestas revolucionarias y alternativas de la Nueva Izquierda
cultural que se dieron en los años 60´, 70´y 80´ quedaron paralizadas,
interrumpidas algunas, por diversas razones internas y externas: encuentros
y desencuentros, conflictos y polémicas desatadas,
rupturas,"conceptualismo ideológico”, sectarismos y dogmatismos políticos,
arremetidas del sistema; mandatos explícitos o implícitos de las organizaciones
políticas hacia los artistas que repercutieron en sus obras y determinaron lenguajes,
géneros y circulación de las obras.La relación arte/ política encontró también
un núcleo de tensión en la función que desde la política se le otorga al arte.
Tensión entre renovación formal y contenido social, entre vanguardia
artística, compromiso político e intervenciones públicas de los artistas.
Luego, en cierta forma, lo revolucionario cesó de serlo en el arte hasta romper
con sus términos esenciales y cancelar incluso su definición. Se produjo, lo
que llamo Jaime Barbini “la cultura del escamoteo” que aparto a muchos “de la
piel del país”. Poco a poco, igual que aconteció con las luchas populares, se
fue borrando de la memoria esas importantes experiencias. Me refiero a las
experiencias colectivas e interdisciplinarias que se dieron en Colombia y todo
el continente que se entrecruza con la historia de las izquierdas: el
Grupo "Espartaco”, los grupos de arte de vanguardia con “Tucumán Arde”en
la Argentina que marcó un hito en el arte
político argentino que involucró a artistas, sociólogos e investigadores , el grupo Ramona Parra en Chile; movimientos que
produjeron una de las fracturas más importantes del siglo XX, donde se dio un arte activista para "perturbar y transgredir" y confrontar el
poder; las experiencias
interdisciplinarias que se conjugaron en la Casa de la Cultura de Bogotá
transformada luego en el Teatro La Candelaria, el Movimiento de Nueva Cultura,
el Encuentro de la Plástica Latinoamericana, los talleres 4 rojo y Causa Roja,
el Sindicato de Barranquilla, etc. 1968 fue un año incandescente en el arte.
Numerosos artistas nos incorporamos en las insurrecciones urbanas que
estallaron en Córdoba, Montevideo, México, Río de Janeiro, Berlín, Madrid y
París en mayo del 68.
Creíamos que éramos capaces
de determinar el curso ulterior de la historia. A cada etapa del arte político correspondió un objetivo propio. En el Llamamiento a los Artistas Plásticos
Latinoamericanos, suscrito por el Taller 4 Rojo en el Encuentro de Cuba, donde
participaron delegados de 10 países latinoamericanos, se planteó que:
“Todo artista
latinoamericano con conciencia revolucionaria debe contribuir al rescate y a la
formación de valores nuestros, para configurar un arte que sea patrimonio del
pueblo y expresión genuina de nuestra América. El arte revolucionario inicia la
superación de las limitaciones esteticistas y elitistas y se opone al
imperialismo y a los valores de la burguesía dominante. La revolución libera al
arte de los férreos mecanismos de la oferta y la demanda imperantes en la
sociedad burguesa. No propone ningún modelo ni se refiere a ningún estilo
determinado, pero conlleva-como dice Marx- el carácter tendencioso que tiene el
arte creador, en la medida en que afirma y define la personalidad de un pueblo
y una cultura”.
Algunos artistas asumimos
un compromiso social y político y militancia política con planteamientos
radicales. En algunos momentos la frontera entre arte y propaganda ideológica
tendía a borrarse utilizando fundamentalmente la gráfica como un medio de distribución
masiva, puesto que la mayoría de las obras cumplían una función política de
difusión y se abordaban temas relacionados con la realidad política; las obras
se creaban y circulaban en los movimientos y luchas sociales: huelgas, luchas
por la tierra, manifestaciones y luchas estudiantiles, confrontaciones
políticas, etc. No sólo ahí se producían obras, sino que también se generaban
talleres de arte gráfico para producir afiches y pancartas.
En el campo del arte se
plantearon diversas tesis. Una, la vinculación entre arte y política, del
artista militante y comprometido; otra que planteaba que la eficacia era la
forma. Se decía que no bastaba con la adhesión de la subjetividad del artista a
determinada causa, ni siquiera con su militancia; era necesaria la producción
de una obra de arte objetivamente revolucionaria. Es decir, la revolución
artística a la par de la revolución política, como señalaba Pablo Renzi en
Argentina, que realice en sí misma la voluntad de cambio político y estético de
su creador. La "nueva estética" postulaba, que el arte debía aportar
eficazmente al cambio, como afirmaba el argentino “Nosotros creemos que el
arte implica un enfrentamiento activo con la realidad. Activo porque aspira a
transformarla. Nosotros creemos, en consecuencia, que el arte debe
constantemente cuestionar las estructuras de la cultura oficial.”[2]
Los artistas y los
trabajadores de la cultura no somos entelequias, sino seres sujetos como
cualquiera a las vicisitudes de la vida social y política. Nuestras obras
expresan dicha realidad. En algunos casos se traducen en un grito, en un
símbolo estético, y político donde nos identificamos y acompañamos las luchas
por la soberanía, la dignidad, la equidad, los derechos humanos y la libertad.
Plasmamos esos símbolos como productos colectivos.
La obra de arte es
significativa ideológicamente, y aparte de ser ella misma un producto social de
comunicación es, también, un soporte de esa producción. Es revolucionaria en
cuanto exprese adecuadamente a las fuerzas sociales que pugnan por un cambio de
las estructuras socioeconómicas y el avance logrado por la sociedad en este
momento. Es reaccionaria, en cuanto reafirma o reproduce intereses y
concepciones ideológicas que pretenden eternizar la estructura social que las
beneficia, domesticando la diferencia, normatizando la marginidad, banalizando
el sentido critico y neutralizando los conflictos”
Susan Sontag refiriéndose
al arte fascista decía que este arte “glorifica la rendición, exalta la
falta de pensamiento, da seducción a la muerte. […] Se hace que las masas tomen
forma, se vuelvan diseño. […] Lo interesante en la relación entre la política y
el arte bajo el Nacional Socialismo no es que el arte fuera subordinado a las
necesidades políticas, (…) sino que la política se apropiara de la retórica del
arte: el arte en su última fase romántica.”. Una de las grandes victorias
de las tendencias más conservadoras, ha sido la de lograr que los escritores y
artistas interioricen una actitud marginal y, con frecuencia, indiferente
respecto al proceso histórico que viven Colombia y el resto del mundo, dice
Eduardo Gómez. Incluso muchos artistas se han referido a lo mismo. El pintor
Jasper Johns decía: el artista es la elite de la servidumbre» Y también como lo
decía Bob Dylan en una canción que causó deserción entre su fanaticada, el
artista es un servidor del poder
Ahora vivimos nuevas y
complejas prácticas estéticas en un mundo del dominio globalizado y de la
resistencia. Momentos de la historia que pueden ser están marcados por la
actuación de los artistas que conscientes con su entorno adoptan o pueden
adoptar posiciones radicales de “resistencia cultural”,“activismo”, “denuncia”,
y “compromiso sustentadas en el trípode de la creación, la ética y la política.
Por ejemplo de un arte con nuevos soportes de imagen electrónica y campos de
difusión que llevan a nuevas y creativas reconsideraciones críticas de la
acción artística y el activismo del artista. Por ejemplo el llamado artivismo
(o arte-activista) en internet crea un nuevo compromiso entre el arte
digital y la política, un compromiso político del artista con las nuevas formas
de comunicación electrónica que permiten una amplia y efectiva divulgación y
que hacen que las posiciones críticas creativas sean más compresivas y
deseables. El artista digital lo que busca es crear espacios de diálogo y
participación, crear el mensaje colectivamente y permitiendo una amplia
reproducción de la obra.
3° Trazo: El arte como un
camino a la libertad y la soberanía
Ahora, después de 40 años,
asistimos a uno de los periodos más críticos de la historia colombiana, de una política antidemocrática y la violación de los derechos humanos. Una
política apoyada en un modelo económico neoliberal dependiente del gran capital
trasnacional que mercantiliza la vida,
la naturaleza y el arte, que degrada la cultura y el ambiente. Una economía que
asigna más recursos para la acumulación ilimitada de ganancias que a la
reproducción y al sentido de vida. Como decía Manfred Max-Neef “Vivimos en
un momento de la historia en que hemos llegado a desmantelar o destruir
culturas y pueblos con gran eficacia, con el objeto de establecer economías”.
La cultura y el arte no
pueden ser ajenos a esta crisis, los artistas hacemos parte de las
contradicciones de la sociedad, estamos insertos en las tramas de
significaciones que se han tejido en el curso de la historia. Como se ha
afirmado: “El arte es un acto de provocación donde se deben dejar las
puertas abiertas para la reflexión y la conciencia; el artista es testigo de su
tiempo”.
Hoy planteo, como en los
años 70, que se requiere una unidad de los artistas y trabajadores de la
cultura de América Latina en el actual momento de globalización económica. Una unidad
para resistir, debatir y construir abiertamente sin excluir paradigmas. Los
artistas, como militantes de la libertad, tenemos que integrarnos, y
desarrollar una propuesta que vaya más allá de las lamentaciones y las simples
declaraciones de papel.
Bajo las condiciones
actuales hay que comenzar a quebrar inercias, vencer indiferencias y
particularismos, romper el aislamiento, la compartimentación donde cada
disciplina se cree más importante que la otra, donde los artistas del pueblo y
de la tierra son excluidos.
Tenemos que ir más allá de
las palabras, que devienen en simple retorica. Los artistas, como militantes de
la libertad, tenemos que integrarnos y desarrollar una propuesta que vaya más
allá de las lamentaciones y las simples declaraciones de papel. Hace falta
unidad para resistir, debatir y construir abiertamente sin excluir paradigmas,
pensar y crear en conjunto. Lograr una unidad no uniforme, de todas las
categorías del arte y la creación. Vivimos un momento histórico que de nuevo
nos plantea a los artistas la necesidad de sembrar una semilla para que germine
la unidad. Que nos unamos en la creación de un Frente Cultural por la
construcción de una nueva cultura, que contribuya a la recuperación de la
soberanía cultural e histórica de nuestros pueblos, que posibilite,”un
diálogo de las artes en una tridimensionalidad: estética, realidad y política…”.
Articulemos los lenguajes artísticos, desarrollemos estrategias culturales
alternativas, que devuelva el arte a la sociedad para beneficio de todos,
estableciendo un dialogo abierto entre las culturas y pueblos colombianos. Un
Frente Cultural de resistencia política efectiva uniéndonos a la vida,
rechazando la violencia y la guerra, y donde la lucha por la paz sea también
una lucha por una nueva cultura. Frente para acompañar las luchas populares,
obreras, campesina e indígenas. Frente para la unidad no para la uniformidad.
Frente de unidad en la diversidad y toda la libertad en el arte. Frente con una
plataforma de principios, que permita la creación de espacios y circuitos así como una
red que permita una comunicación fluida, para obtener y gestionar información,
encuentros, eventos, publicaciones, proyectos abiertos y lo más importante: un
órgano de comunicación común.
¿Queremos, podremos?
“Desorganizados somos como un barco que se hunde y apaga sus luces en las aguas
de la impotencia. Nuestra voz tiene que oírse a entre el bramido de las bestias
que nos acosan, para que sobre ella se balanceen las esperanzas más fértiles y
nuevas.”
Levantemos unidos el arte,
la creación, contra las emboscadas, contra la muerte y las alucinaciones de la
angustia tantos siglos acumulada y donde la acción simbólica devenga en acto
poético que visibilize otras expresiones de lo poético y ante todo de nuestra
realidad. Nuestros pueblos indígenas resisten desde la memoria, la Ley de
Origen, la Ley de la Madre Tierra y nos dicen: “Si queremos que la paz
vuelva nuevamente a estos lugares, debemos volver a aprende lo que la Madre
dice a través de la naturaleza(...) Los, y las invitamos a que se inspiren en
las luchas que muestran el camino porque somos de la misma madre, de la Madre
Tierra, la que clama ¡LIBERTAD!........ los estamos llamando a que nos
escuchen, y nos encontremos y ampliemos las huellas de nuestros ancestros.
Traigan la memoria, el sudor de la lucha y abramos caminos juntos.”[3]
Personalmente hoy comparto
algunos de los planteamientos de Rufino Tamayo cuando decía: Yo llamo
pintura "revolucionaria" a ésa que abre nuevos caminos, pero
también –a diferencia de Tamayo- aquella que maneja temas sociales y
políticos. Considero que las obras que abordan el tema ambiental y también
enfocadas desde la perspectiva de la ecología social en la medida que todos los
problemas ambientales participan de lo social, lo económico, lo cultural y lo
político y es imperativo crear una conciencia colectiva socioambiental que
luche contra el deterioro del ambiente y de los pueblos basado en la explotación y el abuso del poder económico y político.
Transformar el mundo, dijo
Marx; cambiar la vida, dijo Rimbaud: éstas dos consignas son para mi una sola.
Pero "no será el miedo lo que nos obligue a bajar las banderas de la
imaginación y del cambio". Hoy como ayer, el arte no es más que dos
palabras : vida y libertad
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